“Es como contemplarse en un espejo, la forma y el reflejo se observan. Tú no eres el reflejo pero el reflejo eres tú. Maestro Tozan

jueves, 11 de noviembre de 2010

Valérie en el País de las Maravillas



Entre los nombres de los nuevos valores del arte francés está el de esta joven mujer que ha hecho de la fotografía un método de investigación de formas y estilos de vidas, una manera de acercarse a personas y lugares, a ideas y conceptos que tal vez no habrían encontrado el mismo tratamiento visual con otras técnicas. Curiosa por naturaleza, Valérie Belin se plantea el color desde el blanco y negro, el vídeo desde la inmovilidad de la fotografía, la profundidad desde el plano fijo de la mirada fotográfica. Su trabajo, siempre relizado en series, se ha basado en -desde la superficie- atravesar esas formas, esas pieles brillantes casi siempre, para llegar a otro sitio como la Alicia del País de las Maravillas.




- Dentro de unas semanas viajarás a Marruecos para realizar la serie en la que trabajas desde hace varios meses, las Bodas. ¿Por qué Marruecos?

Al principio, la idea de las bodas nació de mi afición por las ceremonias. Cuando sólo fotografiaba objetos yo misma organizaba una especie de ceremonia para colocarlos en las condiciones que deseaba para fotografiarlos. Ahora, me gusta el ejercicio consistente en adaptarse a una situación ritualizada de la que yo no controlo el desarrollo. Al principio, me interesé por todas las bodas, en todo tipo de ambientes, pero luego me di cuenta de que las bodas de extranjeros en Francia conllevaban muchos más elementos ceremoniales, en especial las bodas marroquíes. La novia marroquí cambia varias veces de vestido, lleva entre siete y doce ropas diferentes a lo largo de la fiesta. Las bodas tradicionales son organizadas por unas casamenteras, las 'negafas'. Los vestidos de boda les pertenecen, los prestan o los alquilan a la familia para la ocasión. Evidentemente, cuanto más tradicional es la boda, más me llama la atención. Las familias marroquíes que viven en Francia y que siguen estando muy apegadas a su cultura prefieren celebrar la ceremonia en Marruecos y, por lo general, esperan el verano para hacerlo. Así pues, voy a pasar tres semanas en Rabat en agosto, acogida en su casa por una 'negafa'. De ese modo, guiada por ella, cada día podré asistir a una boda diferente. Podré entonces descubrir otras fiestas como los bautizos o la ceremonia del séptimo mes para las mujeres embarazadas.


 - ¿Acaso te estás convirtiendo en una especie de reportera?

Ya me enfrenté a ese tipo de situación con la serie anterior, los Culturistas, donde tuve que meterme en un medio desconocido para poder realizar las fotografías que quería hacer. Empecé poniendo unos anuncios en una revista especializada. Finalmente, fui a los lugares de competición donde se exhiben los culturistas. Viví encuentros increíbles. Y me doy cuenta de que, en adelante, es algo que forma parte del trabajo. Me gusta ir hacia lo desconocido, entrar en un mundo que he de hacer mío, me siento un poco como Alicia en el país de las maravillas. En otro estilo, la serie sobre las carnes también requirió sumergirme en un mundo muy especial, el mercado parisino de Rungis, para acceder a las cámaras frigoríficas donde estaban almacenados los trozos de carne de vaca que quería fotografiar. Y negociar con los carniceros de Rungis no es cosa fácil.

- Ahora, con estas últimas series, hay un componente de testimonio antropológico en tu trabajo. ¿Qué opinas de esta evolución a todas luces bastante sorprendente, ya que empezaste fotografiando objetos inertes, bodegones: cristalerías, espejos, flores, vestidos, coches...?

Creo que hay dos razones para ello. En primer lugar una razón personal, que forma parte de la evolución personal, que, efectivamente, me ha conducido de lo inerte a lo viviente: la serie de los Culturistas pone de manifiesto una presencia explícita del cuerpo que con anterioridad sólo había sido sugerida, de forma metafórica. La segunda razón se debe a la evolución del oficio. Considero que el reportaje fotográfico y la fotografía de prensa tienden a desaparecer. Se encargan cada vez menos reportajes. Para ilustrar un estudio cualquiera o un artículo, recurren preferentemente a los catálogos de los bancos de imágenes, libres de derechos. Así, el fotógrafo autor, hoy, es el artista que se adentra en territorios que anteriormente se identificaban con el periodismo, en la actualidad más o menos abandonados. (...)

Por  Catherine de  Smet
 Fuente: Número Cero de la Revista EXIT


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